CAPÍTULO CINCO

Ya han pasado tres días y el gatito no ha aparecido ¿le habrá pasado algo? –les preguntaba una mañana Ana a su prima y a su hermano.
-Yo también estoy preocupada Ana, –le contestó Nani mientras se sentaba en su lugar favorito, que era el suelo– además que forma más extraña de desaparecer. Javi dice que él está seguro de que entró en aquella habitación.
-Yo creo que se equivocó, allí no había bastante luz; en ese pasillo hay muchas habitaciones, es muy fácil confundirse –les dijo Pedro sentándose al lado de su prima.
-Opino igual que tu Pedrito, Javi se equivocaría.
-Pues él dice que está bien seguro.
-Eso es ahora porque el otro día no estaba tan seguro.
-En fin, espero que al animalito no le haya pasado nada.
En ese momento su abuelo salió al porche y se encontró a sus nietos sentados en corro y mirándose los tres con cara de tristeza.
-¿Qué hacéis aquí sentados en vez de estar en la playa bañándose y disfrutando del agua?
-¡Hola abuelo! Es que estamos preocupados por el gato de que te hablamos el otro día aún no ha aparecido –le contestó Ana.
-No os preocupéis ya os dije que los gatos saben cuidarse solos.
-Pero es que este es muy pequeñito abuelo.
-Es igual Nani ya sabes que los gatos tienen siete vidas. Por cierto, el otro día me preguntabais por la chica que vivió en la casa, pues bien, si alguien debe saber algo es la señora Dolores.
-¿Quién es la señora Dolores abuelo? –preguntó Pedro al mismo tiempo que se ponía de pie.
-La «abuela Lola» la madre de Jacinta la panadera.
-¡Ah la abuela Lola! Ella sí que es vieja ¿cómo no habíamos pensado en ella antes?
- Tiene cerca de cien años y además cuando era joven creo que trabajó en la casa,
-¿Pero qué dices abuelo? ¡Eso es estupendo!
- ¡Qué suerte hemos tenido –exclamó Pedro dando saltos– ¡Que suerte!
-No te pongas tan contento Pedro, que la abuela Lola es muy mayor y no creo que su memoria sea perfecta, pero a lo mejor tenéis suerte y sacáis algo en claro, por probar nada se pierde. Bueno hijos espero haberos sido de ayuda.
-Gracias abuelo, oye ¿cómo hacemos para hablar con ella? –preguntó Ana a su abuelo.
-Creo que si vais a la panadería y le preguntáis a su nieta ella os dirá cuando podéis hablar con su abuela.
-Quien lleva la panadería ahora es su nieta ¿no abuelo? –preguntó Nani.
-Si, aunque Jacinta en verano va a ayudar a su hija, la que siempre está en la panadería es Mercedes la nieta de la abuela Lola.
Se fueron los tres a casa de Javi a contarles lo que su abuelo les había dicho y para «trazar un plan» como decía Pedro. Una vez le hubieron puesto en antecedentes Javi y Ana decidieron, con gran descontento de Nani y de Pedrito que decían que siempre los marginaban, que sólo irían en esta primera visita ellos dos solos, porque si iban todos a ver a la abuela Lola, esta se podría poner nerviosa al ser tan mayor. Así que todos se dirigieron a la panadería pero sólo entraron Ana y Javi.
Una vez que le hubieron dicho a la panadera que querían visitar a su abuela, esta no puso ningún reparo.
-¿Queréis ver a mi abuela? Eso está muy bien, ella se pondrá muy contenta, le gustan mucho las visitas y la verdad es que no recibe muchas, se pasa muchas horas sola la pobre. Pasad la encontraréis en el patio.
Siguiendo a la panadera pasaron por el horno, que a esas horas estaba apagado, pero a pesar de eso el calor allí dentro era insoportable. El contraste que ofrecía el patio con sus árboles y sus plantas era maravilloso, como un oasis de frescura. Allí en un rinconcito a la sombra había una anciana sentada en una mecedora haciendo ganchillo.
-Abuela tienes visitas, han venido a verte los chicos del abuelo Joaquín.
-¿Quién dices hija? –respondió la anciana volviendo la cabeza para ver quienes eran las visitas.
-La nieta del abuelo Joaquín, la de Barcelona y el hijo de la Antonia.
La anciana se quedó mirando a los jóvenes para tratar de situarlos en su mente cuando por fin lo consiguió les dio una cariñosa bienvenida.
-Hola hijos, ¡qué alta estás niña! ¡Qué alegría! Pasad, sentaos aquí en ese banquillo.
Una vez que la panadera se hubo marchado, Ana empezó a explicarle cual era el motivo de su visita.
-¡Hay hijos míos! Mi memoria ya no es lo que era, pero como nos pasa a todas las personas mayores nos acordamos mejor de las cosas que pasaron hace veinte años que de lo que comimos ayer. Pero Ana ¿tu no tenias un hermano?
-Si abuela está en la calle esperándonos y también está mi prima Nani.
-¿Nani, ese terremoto de tu tío Lucas?
- Si, y no hemos querido que pasaran para que no marearla mucho.
-¡Que disparate! Me encantan los críos, y la verdad es que tengo pocas distracciones –les respondió la anciana–, que pasen, que pasen, que me gustará verlos.
Javi fue a llamarlos y cuando hubieron saludado a la abuela y ya estuvieron todos acomodados, la anciana dejando la labor que estaba haciendo encima de la mesa se dispuso a contarles sus recuerdos.
-Nani me acuerdo de que cuando eras pequeña te gustaba tragarte cosas, una vez te tragaste un dedal, y te tuvieron que llevar a la casa de socorro lo pasaste muy mal pero a los pocos días volviste a las andadas y te tragaste una moneda, eras incorregible.
-Si abuela, y dice mi madre que otro día me corté las pestañas, dice que estaba más fea…
-Que sustos le debías dar a tu madre. Y ¿cómo es que os interesa la historia de la casa grande?
Se miraron unos a otros y fue Ana la que contestó a la pregunta de la abuela.
-Siempre nos ha intrigado, yo creo que como está detrás de nuestra casa nos llama la atención, por eso nos gustaría saber algo de las personas que vivieron allí.
Sin poderse contener más tiempo callado Pedro soltó
-El abuelo nos ha dicho que vivió una chica que decían que estaba loca.
-También le preguntamos al señor Juan el cartero, pero no sabemos mucho más, por eso cuando el abuelo nos dijo que usted había trabajado allí, pensamos que era la persona más indicada para hablarnos del tema.
-Han pasado muchos años pero la verdad es que me acuerdo de Catalina como si la estuviera viendo ahora mismo.
-¿Catalina? –Le interrumpió Ana– ¿Se llamaba así la chica de la casa?
-Si, mi madre era modista y cada tarde subía a trabajar a la casa y me llevaba con ella. Yo tendría unos diez años en aquella época y Catalina tendría unos quince o dieciséis, siempre la veía pasear sola por el jardín, yo era una niña bastante tranquila y aunque había diferencia de edad nos hicimos amigas; creo que yo fui la única amiga de verdad que tuvo la pobre Catalina.
Incapaz de permanecer callada Nani le preguntó a la anciana:
-¿No tenía padres verdad?
-Catalina era huérfana, vivía con sus tíos que cuidaban de ella desde que murió su madre cuando ella era muy pequeña. Recuerdo que su tía era una mujer muy dominante a mi me daba bastante miedo y a Catalina también, ella decía que su tía no la quería.
-Abuela ¿por qué estaba siempre sola? –Le preguntó a la anciana Javi.
-Pues no lo sé hijo, cuando yo iba a su casa nos lo pasábamos muy bien las dos juntas, ella me contaba cosas que yo a veces no entendía. Me decía que oía voces que le hablaban y que a veces las puertas de donde ella estaba se abrían solas y luego no había nadie al otro lado. A mi esas historias me daban miedo, pero ella decía que no tenía miedo, que la única que si que la asustaba era su tía, le tenía verdadero pánico.
-¿Por qué tenía miedo de su tía, es que le pegaba?
-No que yo sepa, Catalina decía que no lo podía explicar, que no sabía porque pero su tía la asustaba. Yo creo que como su tía era tan dominante y tenía bastante mal genio y Catalina era muy sensible por eso tenía miedo de su tía, pero esto es sólo mi impresión. Me acuerdo ahora de una cosa que nos pasó, veréis, a la tía no le gustaban los animales y a Catalina le gustaban muchísimo sobre todo los gatos; de vez en cuando se colaban algunos en el jardín y Catalina y yo a escondidas les dábamos de comer. Un día la tía se enteró y se puso hecha una fiera yo creía que nos iba a pegar, nos amenazó con que no me dejaría ir más por la casa y se lo dijo a mi madre. Pero no le hicimos caso éramos sólo unas crías, nosotras seguimos llevándoles comida, un día entró una gata que estaba a punto de tener gatitos, en un rincón del jardín le hicimos como una casita con ramas y allí tuvo a su camada, eran muy bonitos yo me quedé uno precioso que era blanco, lo tuve mucho años hasta que se murió de viejo, Catalina decidió que también se quedaría otro para ella, se quedó uno rubio, yo le decía que como su tía la pillara se le iba a caer el pelo, pero ella dijo que ya tendría cuidado que lo escondería bien, así que cuando pudo se lo llevó a su cuarto.
Tan absortos estaban todos con la narración de la abuela que no se dieron cuenta de que su nieta había salido al patio.
-Abuela llevas ya mucho rato aquí fuera, deberías entrar ya empieza a refrescar.
-Perdone usted, ha sido culpa nuestra –respondió Javi– No nos hemos dado cuenta del rato que llevamos aquí, estábamos tan a gusto.
-No pasa nada si queréis podéis seguir charlando dentro.
-No, ya nos vamos ¿pero podremos venir otro día a visitarla doña Dolores? –le preguntó Ana.
-Claro que si hijos míos, yo también me lo he pasado muy bien, pero por favor me gusta más que me llaméis abuela, eso de doña Dolores suena muy serio.
-Gracias abuela volveremos otro día a seguir hablando con usted.
Y salieron de la panadería comiéndose unos bollos que les había dado la nieta de la anciana.

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