CAPÍTULO CUATRO

Hacía un sol espléndido por lo tanto el calor era sofocante, pero Ana no tenía ganas de ir a la playa. Desde hacía tiempo que tenía la idea de hacer un dibujo de la casa que tanto la obsesionaba. Esa mañana se decidió a hacerlo; los demás se fueron a darse un baño, pensando que estaba loca por no ir a refrescarse con el calor que hacía.
Ana estaba tan entusiasmada dibujando que no notaba el calor. De repente creyó oír un pequeño maullido pero pensó que sería su imaginación y siguió dibujando. Al cabo de un rato volvió a oír el maullido pero esta vez no había duda ahora había sonado con más fuerza y muy cerca de ella, así que se levantó y empezó a buscar por los alrededores pero no encontró nada, entonces decidió llamar a los demás para que le ayudaran a buscarlo.
Cuando llegó a la playa se encontró a su hermano y a su prima jugando en la arena.
-¿Donde está Javi, no estaba con vosotros? –les preguntó a los dos niños.
-Ha ido a buscar unos refrescos, estamos achicharrados de calor.
-¿No te das un bañito? –Le preguntó su prima extrañada de que no se metiera en el agua con aquel calor.
-No, he venido a buscaros para que me ayudéis a encontrar a un gatito, lo he oído maullar pero no lo veo.
En ese momento se acercó Javi cargado con unas latas de naranjada.
-Hola Ana ¿no te bañas hoy? Hace mucho calor.
-Mi hermana ve visiones, ha oído a un gato fantasma –le contestó Pedro como diciendo ¿no ves lo loca que está que ni siquiera se baña con el calor que hace.
-No seas tonto, además ¿queréis dejar de repetir todos que hace mucho calor? Eso ya lo sé. He oído llorar a un gatito, pero no lo encuentro, por eso he venido para que me ayudéis a buscarlo porque con este calor debe de estar muerto de sed.
-Si prima vamos a buscarlo porque dice mi madre que si los animales no beben agua, con el calor se pueden poner rabiosos y si te muerden te pueden traspasar la rabia a ti.
Al llegar donde había estado Ana dibujando los maullidos seguían sonando más lastimeramente aún que antes, así que empezaron a buscar por todos lados. De repente vieron al gato, era un gatito rubio, pequeño y estaba encima de la verja de la entrada de la casa. Cuando Javi lo fue a coger, el gato saltó hacia dentro y se quedó parado mirándolos a través de la reja.
-¿Os habéis fijado? Parece como si quisiera que lo siguiéramos.
-¿Como lo vamos a seguir ahí dentro?
Pedro se fue a la verja y la sacudió.
-Pedrito ¿Que haces?
-Mirad, no está cerrada, solo tiene el candado puesto pero no esta cerrado.
-Eso es imposible, siempre ha estado cerrado.
-Ya lo sé, lo he tocado muchas veces y siempre está cerrado pero ahora está abierto.
Y diciendo esto empujó la reja y se metió en el jardín.
-Pedro ¿donde vas? Le dijo su hermana– No ves que puede haber alguien.
-No seas miedosa, no hay nadie y si sale alguien le decimos que estamos buscando a nuestro gato que se nos ha colado dentro, venga venir.
Los demás le siguieron dentro.
-No podemos dejar al pobre animalito ahí sin comida ni agua –dijo Nani– Vamos a buscarlo y si alguien nos dice algo le explicamos la verdad y punto.
Después de esto razonamientos Ana los siguió dentro.
Al verse en el jardín Ana sintió una emoción que ni ella misma se explicaba. Se había imaginado tantas veces que entraba en la casa que ahora le parecía irreal el estar allí dentro. Nani iba pegada a ella.
-Prima por favor dame la mano.
-¿Tienes miedo Nani?
-No, bueno un poco, me siento rara estando aquí dentro.
-Yo también.
Javi y Pedro iban unos pasos por delante. De pronto el gatito volvió a desaparecer.
-¿Donde está ahora?
-Jolines Javi, no me digas que no parece un gato fantasma, al momento lo vemos como al segundo siguiente ya ha desaparecido otra vez.
-Mira Pedro ahí está, en los escalones de la casa.
Sí, allí estaba sentado en el último escalón, esperándolos, los miraba con sus ojitos redondos, como si les pidiera ayuda. Todos se acercaron y Javi trató de cogerlo, pero una vez más el gato salió corriendo y de un salto se metió por una ventana.
-Anda, ¿y ahora que hacemos? –preguntó Nani desconsolada.
-Pues está claro Nani, ¡seguirle! –dijo Pedro subiendo los escalones.
-Pedrito espera, primero llamaremos no vaya a ser que haya alguien.
-¡Que hermana más prudente y pesada que tengo! Bueno ya llamo.
Y juntando la acción a la palabra, dio un fuerte golpe en la puerta.
- ¿Eh? ¿Hay alguien? –y sin esperar un segundo pasó a la acción– Ves como no hay nadie, entremos.
-Javi ¿crees que debemos de entrar?
-Si Ana creo que si, de todas formas no podemos dejar que tu hermano entre solo.
-Pues yo no entro ahí dentro. ¡Ni hablar!
-Bueno Nani espéranos aquí fuera que ahora volvemos.
-Si hombre, que te crees tu eso, ¡ni que yo estuviera loca!
-A ver si te aclaras ¿entras o no? –Le preguntó Pedro impaciente como siempre.
-Bueno prima pero dame la mano –accedió sin muchas ganas.
Pedro colocándose detrás de Javi le dijo.
-Pasa tu primero que para algo eres el mayor.
Dispuestos de esta manera traspasaron la puerta. Estaban agrupados, silenciosos, como sobrecogidos, como si les diera cierto respeto el poner los pies en el vestíbulo. Estaba bastante oscuro, solo había un recuadro de luz que provenía de la ventana por la cual se había colado el gato; pero a pesar de no haber suficiente luz pudieron darse cuenta de que el vestíbulo era muy grande y que a la derecha, al fondo, había una escalera muy ancha. Todo estaba cubierto por una gruesa capa de polvo.
Como si temiera profanar el silencio Ana dijo en voz muy baja.
-¿Donde estará el gatito?
-Phss... Gatito, gatito –susurro Pedro– ven gatito.
Como respondiendo a la llamada el gato maulló y apareció en lo alto de la escalera.
-¡Mira allí está!
-Voy a subir a buscarlo –dijo Javi– esperarme aquí.
Javi subió los peldaños de dos en dos y cuando ya estaba a punto de alcanzar al gato, el animalito salió corriendo por el pasillo y se metió por una puerta que había al fondo. El pasillo estaba iluminado por las dos ventanas redondas que estaban situadas a cada extremo, no entraba mucha luz porque los cristales eran de colores y estaban cubiertos de suciedad y de polvo como todo lo que allí había, pero sí entraba la luz suficiente para distinguir los pocos muebles que había y las puertas de las habitaciones.
Javi siguió al gato y abrió del todo la puerta por la cual se había metido el animal. Estaba bastante oscuro y no se veía gran cosa; decidió cerrar la puerta para que el gato no se escapara y bajó a buscar algo con que alumbrarse porque no se atrevió a abrir el balcón.
-¿Dónde está el gato, es que no lo has encontrado?
-Se ha metido en una habitación pero está muy oscuro ¿lleváis cerillas?
-Como vamos a llevar cerillas si venimos de la playa.
-¿Quieres que vaya a casa a buscar una linterna? –preguntó Nani deseando tener una excusa para salir de allí.
-Vamos primero a mirar por aquí a ver si encontramos algo,
Pasaron a la habitación contigua que era el salón. Allí también estaba todo cerrado y a oscuras. Volvieron a atravesar el vestíbulo y se dirigieron a lo que intuyeron que sería la cocina. En la cocina si que entraba la luz por las dos ventanas que tenían abiertos los postigos, la puerta que daba al patio estaba cerrada con una gran barra de hierro. Era una cocina antigua, grande, con una mesa en medio cubierta por un mantel de hule a cuadros en el que el paso del tiempo se notaba claramente, estaba desgarrado en algunas partes y tenía varios agujeros, encima había una caja de lata, de esas que sirven para guardar galletas; en aquella cocina también era el polvo el que reinaba cubriéndolo todo. Se pusieron a mirar por todos los armarios. Al poco rato Nani lanzó un grito de alegría.
-¡Aquí hay una velas!
-Y en este cajón hay cerillas, pero no sé si estarán humedecidas, tienen que llevar aquí muchos años. ¡Que suerte hemos tenido!
Con un poco de trabajo consiguieron encender las velas y se dirigieron a la habitación de arriba. Abrieron la puerta lo suficiente para poder pasar y cerraron corriendo para que no se escapara el gato. Se quedaron atónitos, era una habitación muy bonita, pero lo que llamó su atención no fue la belleza de la habitación, si no que allí todo estaba limpio y en orden, parecía que no hubiera pasado el tiempo, como si la persona que ocupaba la habitación la acabase de dejar. La cama estaba perfectamente hecha, incluso el papel que cubría las paredes estaba perfecto sin ni siquiera una mancha de humedad, allí no había ni rastro del polvo que cubría las demás partes de la casa. Pero otra cosa más llamó su atención, el gato no se veía por ningún lado.
-¿Pero donde estará el gato?
-Pedro tu mira debajo de la cama que yo miraré dentro del armario.
-Y yo miraré debajo de la cómoda ¿puedo abrir el balcón para que nos veamos mejor?
-No, será mejor que no, ya que no deberíamos de estar aquí y si abrimos las ventanas alguien podría vernos.
-Javi, debajo de la cama no hay nada, ni siquiera polvo.
-Aquí tampoco.
-Cuando abra el armario estad todos atentos no vaya a salir el gato disparado.
-¿Pero como puede haberse metido ahí dentro si está completamente cerrado?
-No lo sé, pero es la única posibilidad.
Javi abrió con precaución la puerta del armario empotrado y lo encontró completamente vacío.
-¡Qué raro! ¿Dónde puede haberse metido?
-¿Estás seguro de que entró en esta habitación?
-Hubiese apostado algo que si pero ahora en vista de esto ya no sé que pensar. Creo que lo mejor será que nos marchemos. El gato ya volverá a aparecer cuando quiera.
Y así llenos de extrañeza salieron al exterior y abandonaron la casa.

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