CAPÍTULO UNO

Venga, no os entretengáis, no quiero llegar tarde, ya sabéis que me gusta estar en la estación con el tiempo necesario, y no me gusta ir con prisas.
La que así hablaba, era la madre de Ana y de Pedro. Ana era una jovencita rubia y delgaducha de 15 años y su hermano Pedro, por el contrario, era un chaval regordete, eso sí, también rubio como su hermana que tenía 8 años.
Estaban los dos muy atareados terminando de meter en sus maletas (cosa bastante dificil, porque estaban llenas a reventar) las cosas «indispensables» para sus vacaciones como decía Pedro.
Se marchaban de veraneo a una casa que sus abuelos tenían en un pueblecito costero, era una vieja granja muy grande, que sus abuelos habían transformado para que se pudieran juntar todos sus hijos que eran tres, contando con su madre, con sus familias. Allí todos juntos pasaban unas vacaciones fenomenales.
-¡Pero mamá! No seas exagerada, nos quedan tres horas, luego tenemos que estar aburriéndonos en la estación –se quejó Pedro con aires de fastidio.
-Calla Pedro y date prisa, mamá este niño está loco, ¿has visto todo lo que pretende llevarse? ¿Para que quieres tres balones hinchables? Los primos ya tienen allí ¿y la ropa del equipo de fútbol para que lo necesitas? Si luego te pasas todo el día en bañador y en remojo como los garbanzos, no sales del agua nada más que para comer.
-¡Pues mira quien fue a hablar! Si a ti se te pone cara de pez y además tú si que te llevas tonterías, a ver ¿a donde vas con tantos vestidos? Si tu sí que te pasas todo el día en bañador, ¡presumida! Oye ¿tu crees que este año podremos entrar en la casa abandonada?
-No, no lo creo, ya sabes que está cerrada y muy bien cerrada por cierto.
-¿Queréis callaros de una vez y darse prisa? –les atajó la madre asomando la cabeza por la puerta.

En la pequeña estación habían algunas personas esperando el tren, pero la más impaciente de todas ellas era Nani, que había ido con sus abuelos a esperar a sus primos.
-Abuelo ¿que hora es?
-¿Otra vez Nani? Si te la acabo de decir no hace ni cinco minutos, no te pongas nerviosa que ya no tardaran.
Cuando por fin el tren hizo su entrada, Nani no paraba de correr arriba y abajo, mirando todas las ventanillas.
-¡Allí están, hola estamos aquí! –gritaba Nani agitando los brazos y dando saltos para tratar de llegar a la ventanilla, por su parte sus primos con las cabezas fuera de las ventanillas daban gritos de alegría, con gran preocupación de su madre que los sujetaba por las camisetas por miedo a que no se cayeran.
En cuanto las dos primas estuvieron juntas no pararon de charlar, de reír, de abrazarse, en fin, que eran como dos terremotos.
-Cuéntame Nani no te dejes nada en el tintero, desembucha rápido, ¿ha venido ya Javi el vecino? –le preguntaba Ana a su prima como si acabasen de verse esa misma mañana.
-Si hija, ya ha llegado y está aún más guapo si eso es posible, ya ha cumplido los dieciséis, además ayer me preguntó cuando llegabas.
Así charlando, riendo, preguntándose los unos por los otros, llegaron a la casa. Allí los esperaban los hermanos de su madre y los demás primos.
La casa, como ya hemos dicho, era bastante grande. Había sitio suficiente para todos; los niños dormían en una habitación en la que habían puesto unas literas y por las noches se lo pasaban fenomenal haciendo guerra de almohadas y charlando hasta las tantas, hasta que entraba algún adulto y restablecía el orden.
El antiguo establo era ahora una gran dependencia, en la que habían colocado una mesa muy larga con unos bancos de madera, dejando así un comedor en el que cabía toda la familia y aún sobraba sitio; a la hora de las comidas aquello parecía un cuartel, era el sitio que más les gustaba a todos, exceptuando el porche.
El porche estaba, como todos los porches, delante de la casa, era rectangular y en medio tenía unos escalones que bajaban hasta la playa; estaba rodeado por un murete de piedra bajo y ancho, que iba muy bien para sentarse cómodamente, allí por las noches se juntaban todos con los amigos de las casas vecinas y entre uno que contaba chistes, los otros que tocaban la guitarra y todos cantando y riendo se les pasaba las veladas la mar de divertidos.

1 comentario:

Pedro dijo...

Bueno, leido el primer capítulo. Esta bien, nos pone en situación y es bastante "costumbrista". Eso esta bien logrado ya que nos coloca en el ambiente. Me gustan especialmente los diálogos, no son anda artificiales y utilizas las expresiones que se pueden esperar de cada cual. De hecho retratas muy bien el caracter de los protagonistas por lo que dices y ese estilo me gusta.

Por otro lado unos guiones en la frase inicial de la madre no estarían de más y creo que en ese mismo párrafo se da ha entender que Ana tiene 15 y 8 años, cuando supongo que pretendes decir que Pedro tiene 8 y Ana 15.

Seguiré leyendo poco a poco,

Pedro.